"El señor Sempere creía que Dios vivía un poco o mucho en los libros y por eso
dedicó su vida a compartirlos, a protegerlos y a asegurarse de que sus páginas,
como nuestros recuerdos y nuestros anhelos, no se perdieran jamás, porque creía,
y me hizo creer a mí también, que mientras quedase una sola persona en el mundo
capaz de leerlos y vivirlos, habría un pedazo de Dios o de vida."
El Juego del Ángel, Pág. 495
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