" La vida me pareció más complicada. Más y más complicada cuanto más simple era mi forma de vivir, cuanto menos aspiraciones albergaba dentro. Todo me parecía confuso. ¿Por qué era infeliz con la sencillez? ¿Por qué esta vez no parecía una cura, sino un castigo?
Mercedes me dijo una vez que la vida era como una madeja de hilo, que parecía estar horriblemente enredada pero que, al ir deshaciéndola, uno se daba cuenta de que solamente era un hilo enrollado sobre sí mismo, con un principio y un final. Y en cierta forma era así. Los problemas eran nudos y el futuro estaba condicionado por el hecho de que éramos la misma materia prima que al principio pero más sobada, deshilachada, resabiada. Una madeja de hilo, un solo hilo, con principio y final. El cuento de nunca acabar. Máquina del tiempo. Los guijarros del camino resonando debajo de sus pies. Algo inesperado que me cambió la vida. No existen máquinas del tiempo pero… ¿quién dice que no podemos intentar hacer las cosas a nuestra manera? Reescribir el cuento de nunca acabar para que nunca acabe. En ocasiones son solamente las palabras las que nos salvan de nosotros mismos."
Mi isla. Elísabet Benavent
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