lunes, 28 de diciembre de 2009

"El pequeño coche italiano estaba aparcado a cinco minutos de allí. Detenido en la acera."

Acostumbrado a un todoterreno con marchas automáticas. Pues, no me extraña que le pasara lo que le pasó.

"Detrás de su vehiculo había aparcado un diminuto coche verde lima, cuyo parachoques delantero estaba a veinticinco centímetros. Delante había otro más grande de color blanco casi tan pegado como el otro. Sacarlo de allí sería un desafío incluso para un conductor con años de experiencia en cambios de marcha.
Abrió la puerta y se metió en el interior, durante unos cinco minutos estuvo haciendo las comprobaciones pertinentes. Solo era un coche con embrague y, de hecho, ni siquiera era suyo.
Quitó el freno de mano, respiró hondo y … no pasó nada la calle no hacia pendiente.
El pie en el embrague, la primera marcha metida, una ligera presión sobre el acelerador, amplio giro del volante. Hasta aquí bien.
Fue lentamente levantando el pie del embrague y dio un poco de gas, aunque demasiado. El motor se quejo, soltó el embrague y el coche dio un tirón hacia delante, por lo que chocó contra el vehículo blanco al tiempo que pisaba el freno. Y “pum” el coche se caló. Giró la llave de contacto, metió la marcha atrás, pisó el embrague y puso el freno de mano. El retroceso fue tan brusco como el avance y cuando tocó el coche de atrás, pisó el freno y el motor volvió a calarse. Lo maldijo todo.
Después de unos golpes más pudo salir."


Me hizo mucha gracia leer esto porque mientras lo leía me lo estaba imaginando y me entraba la risa. Aunque en su caso debería estar de los nervios.
Sé lo que es encontrarte en una situación así y creo que no me haría ni pizca de gracia.

El profesional
, John Grisham

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